Ayer, Diosdado Cabello se plantó en el ring central del circo del poder para escenificar su nuevo giro represivo. Con una escenografía cuidadosamente montada, llena de organigramas, fotos y, sobre todo, una “agenda” escrita a mano que, según él, contenía los planes terroristas de Juan Pablo Guanipa, intentó vender la idea de un opositor clandestino que escribe los detalles de sus planes criminales y un teléfono del que brotan acusaciones como conejos de un sombrero de mago.

La escena recordó al espectáculo que hace años montó el uribismo con los famosos “computadores de Raúl Reyes”. Tras la incursión militar en territorio ecuatoriano que mató al líder de las FARC, esos dispositivos “revelaron” pruebas imposibles, como la supuesta construcción de una bomba sucia con uranio empobrecido. Años después, la justicia colombiana desmontó la farsa al declarar sin lugar esas “pruebas”.

Aquí la escenografía sigue el mismo libreto: un teléfono incautado del que brotan conspiraciones, redes internacionales y hasta supuestos vínculos con el narcotráfico. Desde la cuenta en X de Guanipa desmontaron la olla al mostrar su caligrafía real, un dato por demás fácil de verificar.

El cruel numerito de Cabello se retorció en caricatura, con acusaciones desbordadas a las ONG Provea y Foro Penal, pilares en el esfuerzo de documentar los crímenes de lesa humanidad perpetrados por el madurismo y reductos de protección para los ciudadanos. Las acusó de ser parte de redes criminales y de conspiración internacional, en una narrativa que no busca convencer a nadie, sino intimidar a quienes documentan y denuncian las violaciones de derechos humanos.

Puede que se le vean las costuras al show, pero sus consecuencias son muy reales y muy violentas para los señalados: desapariciones, torturas, familiares en vilo, vidas quebradas.

Hannah Arendt ya habló de esto: los regímenes autoritarios se sostienen tanto en el terror como en el relato. Lo de ayer fue exactamente eso: un refrescamiento de la puesta en escena para extender el miedo y la violencia en su circo de poder.

Por eso Provea reaccionó rápido, rechazó las acusaciones y denunció lo que ya es un patrón: detenciones arbitrarias, desapariciones forzadas, amenazas constantes. Un patrón represivo con el que el poder intenta blindarse después del fraude del 28J.

Todo juicio donde el sistema se siente amenazado es solo un show. No busca justicia, busca poder.)

… lo escuché al final de la tarde en un podcast sobre el juicio a Juana de Arco, que recuerda la invariable dependencia de los autoritarismos, de ayer y hoy, a la “justicia” como espectáculo como pilar del poder.

Sergio preguntaba en X por las consecuencias para el madurismo de las torpezas de Cabello, advirtiendo que esta escalada solo aumentará el riesgo para la cúpula. Y es que el performance de Cabello, quien entiende la política como un teniente, no solo muestra preocupación ante una oposición que, aunque golpeada, sigue presente y en pie de lucha. También revela una fractura interna que será difícil de disimular.

En cualquier sistema que depende del miedo, de las purgas y del espectáculo para sostenerse, el precio a pagar es siempre la estabilidad interna. La lealtad basada en el miedo es inestable. Lo de Tareck El Aissami, que parecía el clímax de las luchas internas del madurismo, puede ser solo un prólogo frente a lo que se podría desatar con la dinámica del “o conmigo o contra mí” que Cabello impone sobre toda la casta.

El riesgo para el madurismo no se limita a la condena internacional ni al rechazo, cada vez más evidente, de quienes dentro y fuera del país ya no se dejan engañar por estas puestas en escena. El riesgo verdadero es interno: cada montaje, cada acusación sin pruebas, cada espectáculo destinado a justificar la represión, erosiona la cohesión de la coalición dominante, acelera el desgaste de sus alianzas y reduce el control efectivo del poder. La desconfianza se convierte en un veneno que no solo mina la lealtad interna, sino que abre la puerta a fracturas, conspiraciones o deserciones dentro del propio círculo del poder.

Y para quienes son blanco de estas acusaciones, la única lección es clara: ponerse a buen resguardo y evitar, por todos los medios, caer en las garras de la represión.

Notas: