27 de mayo del 2025
El día después: elecciones, polarización y el eterno retorno opositor
Ayer, 25 de mayo de 2025, el madurismo celebró su “victoria” electoral, mientras la oposición vivía otro capítulo de reclamos y reproches. Una vez más, la oposición tradicional abatida por sus amargas divisiones. Otro episodio conocido. Otro domingo electoral, otro debate agotado: participar o abstenerse, votar o rechazar la trampa. El madurismo pinta lo que quiere, mientras la oposición sigue discutiendo si el problema es el pincel o el lienzo.
No es un debate nuevo; lleva veinte años repitiéndose. En 2005, la oposición boicoteó las parlamentarias y el chavismo tomó todo. En 2015, votó masivamente, ganó la Asamblea Nacional, pero el régimen neutralizó la victoria. En 2020, volvió el boicot y volvió el resultado habitual: hegemonía madurista. El fraude del 28 de julio de 2024 empujó hacia la abstención masiva de ayer. Cada elección parece terminar en la repetición del mismo guión: cambian algunos actores, pero el telón cae igual. El madurismo aplaude y se consolida mediante la represión y el terrorismo de Estado, mientras la oposición se apuñala entre recriminaciones.
Quien ostenta el poder es el principal beneficiario de la polarización. Chávez la usó como principio estratégico siempre, y el madurismo en eso sí lo copia. Los que votaron defienden la necesidad de preservar espacios institucionales, aunque sean mínimos; ocupar gobernaciones y alcaldías para tener voz y presencia, para mostrar que aún hay resistencia. Los abstencionistas replican que votar legitima un sistema tramposo, como si el madurismo necesitara legitimidad cuando ha demostrado sobradamente que hará todo lo necesario para mantener el poder. Unos insisten en jugar al ajedrez contra un tramposo, otros prefieren voltear el tablero. Ninguno gana el juego y el madurismo se queda con el premio.
Pero esa “victoria” del régimen es falsa. El madurismo acumula poder, sí, pero no apoyo social. Acumula odios y resentimientos. Gobierna desde un abismo político, donde sus actos no generan efectos reales más allá de su propio círculo. Destruye el Estado para sobrevivir, consumiéndose lentamente en su vacío. Por eso ayer escribí que con la elección del 25M, todos pierden. Gana el hastío.
Quizás el verdadero debate no sea elegir entre el martillo o el destornillador, sino comenzar a construir juntos una casa. Someter al sistema a una presión permanente que lo obligue a adaptarse. Votar no para ganar, porque eso es imposible en dictadura, sino como forma de organización y presión. Participar en elecciones locales allí donde se pueda avanzar. Protestar en las calles. Exigir auditorías internacionales. Tejer redes comunitarias que sostengan la lucha más allá del voto. Encontrar una narrativa común que una a los que votan y a los que no: todos queremos democracia.
Como una hidra que regenera sus cabezas al ser atacada, el régimen madurista parece antifrágil, fortaleciéndose con cada intento de confrontación aislada. Pero incluso las hidras caen si el ataque es constante y coordinado, todas las formas de lucha son posibles. La resistencia debe ser organizada y multifacética, capaz de convertir cada acción en una oportunidad para erosionar al régimen y fortalecer el tejido cívico.
Venezuela está atrapada en un disco rayado. Cada elección, la misma canción. Cada derrota, las mismas culpas. Pero el cambio no vendrá de una urna ni de un boicot. Tampoco vendrá de “salvadores” externos. Llegará cuando, más allá del pincel o del lienzo, la oposición decida pintar un cuadro nuevo en conjunto, uno donde cada trazo, cada pequeña lucha, se convierta en presión constante. Solo entonces, cuando el régimen pierda su capacidad de regeneración, cuando la hidra no pueda recuperar sus cabezas, empezará el verdadero cambio.
Fuentes: