Hace más de una década, un libro autopublicado por su autor, casi clandestino, The Revolt of the Public and the Crisis of Authority in the New Millennium, impactó a las élites de Silicon Valley.
A pesar de su influencia entre analistas y tecnólogos, que lo veían como un texto profético sobre el empoderamiento digital, quedó años fuera del alcance del público general, hasta que el start-up financiero Stripe lo editara y distribuyera masivamente en 2018. Traducido al español en 2023 por una editorial argentina como La rebelión del público: La crisis de la autoridad en el nuevo milenio, alcanzó por fin a los lectores hispanohablantes, que comenzaron a descubrir su relevancia.
Su autor, Martín Gurri, un analista jubilado de la CIA de origen cubano, sostiene que el diluvio de información de la revolución digital ha desmantelado la autoridad tradicional de las jerarquías, dando paso a un público empoderado y furioso que rechaza sistemas, programas e ideologías. Gurri llama a este fenómeno la “Quinta Ola”, un tsunami de caos social que derriba pero no construye.
Gurri construye su teoría sobre olas de rebelión gestadas en plataformas digitales: las protestas en Irán (2009), impulsadas por blogueros como Hossein Derakhshan (Hoder); la Primavera Árabe en Egipto, donde Twitter fue un megáfono de la indignación; el Brexit y el movimiento MAGA de Trump, ejemplos de cómo las redes convierten el descontento en arma política. Estos casos, afirma, demuestran que el público ha quebrado el monopolio narrativo del poder. Sin embargo, esta lógica se desmorona frente a regímenes como los de Venezuela o Cuba, donde la disidencia — por más viral que sea — choca contra un muro de fusiles y cárceles. Aquí, la represión no discrimina entre tuits y cuerpos: borra ambos con la misma saña. La pregunta entonces no es ¿hasta dónde llega la ola?, sino ¿qué valor tiene una ola que se estrella contra el acantilado de un poder indiferente a su legitimidad?
La seducción de la tesis de Gurri radica en su diagnóstico contundente: la revolución digital ha dinamitado el control de las élites sobre la narrativa pública, resquebrajando gobiernos, medios e instituciones que ahora enfrentan a una audiencia escéptica y armada con un clic. Pero su apuesta va más allá. Al proponer la “Quinta Ola” — un sismo descentralizado impulsado por multitudes que rechazan dogmas y jerarquías — , Gurri no solo desafía los modelos clásicos de cambio social, sino que confronta directamente a Malcolm Gladwell quien, en Small Change: Why the Revolution Will Not Be Tweeted, defendía que la transformación política exige redes humanas sólidas, no el caos efímero de lo digital. Para Gurri, sin embargo, ese mismo caos es la savia de una nueva era: ciclones que agrietan órdenes establecidos, aunque dejen tras de sí escombros y no cimientos.
Pero es precisamente aquí donde la tesis de Gurri se tambalea frente a regímenes que ignoran el clamor digital. En Venezuela, ciudadanos armados con teléfonos y hashtags exponen la corrupción, represión y decadencia del regimen madurista ante el mundo. En Cuba, las protestas de 2021 inundaron las redes con protestas, marchas y consignas de libertad. La “Quinta Ola” estaba presente, deslegitimando a los tiranos. Pero Maduro bloqueó las redes sociales y Cuba cortó el acceso a internet, ambos sacaron a sus matones a la calle. La represión prevaleció: las cárceles se llenaron y el silencio se impuso a palos. Gurri afirma que el poder colapsa al perder el control de la información, pero ¿qué pasa cuando ese control no importa? ¿Cuando la autoridad se sostiene no en la aprobación, sino en el miedo y la violencia? En esos casos, la revuelta del público se reduce a un lamento.
La promesa rota de la Quinta Ola
La “Quinta Ola” derriba sin proponer. Desnuda a los poderosos, pero no los expulsa. Al poder corrupto no le importa quedar expuesto; se vanagloria de su “malismo”, de su propia infamia. El libro nombra y analiza la potencia del caos para la transformación política, pero no responde qué hacer cuando el caos no alcanza. Tampoco tiene que hacerlo. En Caracas, la reacción popular al fraude electoral madurista se quebró por la represión, la falta de organización y liderazgo; en La Habana, los manifestantes fueron silenciados sin una vanguardia que los uniera. La “lógica sectaria” que Gurri describe, esa ausencia de unidad, es la grieta que abre paso a la derrota de la rebelión.
No niego la verdad de su diagnóstico. La erosión de la autoridad es innegable: estos gobiernos se sostienen sobre escombros de credibilidad, sin legitimidad, mientras el público, con su megáfono digital, los acosa. Pero Gurri parece tan fascinado por la revuelta que olvida que no toda crisis de autoridad lleva a la liberación. En regímenes frágiles, la “Quinta Ola” puede derribar presidentes o forzar reformas; en dictaduras, solo aumenta la lista de mártires. El libro no tiende un puente entre el derrumbe y la reconstrucción, y esa omisión lo deja varado en la orilla del cambio real.
Un espejo incompleto
The Revolt of the Public es un espejo que refleja nuestro tiempo: la ira de caótica de los marginados e insatisfechos, la ambición desmedida de las élites y el vértigo de un mundo en interregno. Sin embargo, es un espejo que no termina de reflejar a América Latina, donde las dictaduras no son meros ecos del pasado, sino heridas abiertas que sangran en presente continuo. Gurri escribe desde una perspectiva que presupone cierta porosidad en el poder, donde la opinión pública puede filtrarse y alterar las estructuras al saltar desde el mundo digital. Pero en Venezuela, Cuba o Nicaragua, el poder no es poroso; es un muro de concreto reforzado con fusiles. La Quinta Ola puede gritar, pero no siempre tiene dientes.
Resistir sin vencer
Valoro en Gurri el intento de darle sentido a las formas postindustriales de la contestación colectiva. Pero mientras Eunice Paiva, desde otra época, rebela en Ainda Estou Aqui la transformación de su pérdida en una lucha tangible por la justicia, la Quinta Ola de Gurri parece quedarse en el umbral: derriba, pero no construye. Es una resistencia sin victoria, un eco que retumba sin romper el silencio. Leer The Revolt of the Public es enfrentar una verdad incómoda: el poder ya no necesita que lo crean para aplastarnos. En su descomposición, le es indiferente la popularidad, la reputación o la legitimidad. Y en ese vacío entre la revuelta y la redención, seguimos lamiéndonos las heridas, esperando que el tiempo, o algo más, forme la costra.
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