En Venezuela, la derrota de la democracia no se marca con un evento, sino por una larga cadena de traiciones.

El 28 de julio de 2024, esa cadena añadió su eslabón más doloroso: el robo descarado del voto popular, la negación flagrante de la voluntad ciudadana. Esa herida permanece abierta. No puede ni debe olvidarse.

Hoy, el poder convoca elecciones regionales para mayo de 2025 con un propósito evidente: consolidar su control territorial y allanar el camino para su próxima maniobra estratégica, un referéndum que impondría una nueva Constitución, sellando el cierre definitivo del sistema político y extinguiendo toda posibilidad de alternancia en el poder.

Sabemos que la cancha está inclinada. Sabemos que el árbitro es cómplice. Sabemos que las cartas están marcadas. Sabemos que el fraude será sistemático. Sabemos que los resultados ya están escritos.

Entonces, ¿por qué participar?

La respuesta no es ingenua, sentimental ni visceral; debe ser estratégica.

No votamos por confiar en el proceso. Votamos porque la resistencia organizada sigue siendo esencial para debilitar al régimen, fortalecer nuestro músculo cívico y enfrentar el inminente asalto constitucional. Quizás, en determinados contextos, la abstención puede ser una forma legítima de resistencia cívica. No negamos que, bajo determinadas condiciones, negarse a participar sea un rechazo poderoso al sistema. Sin embargo, en la Venezuela actual, donde la abstención no se articula como acción colectiva organizada, sino como dispersión individual, creemos que votar estratégicamente — como un acto de resistencia activa, visible y estructurada — ofrece una mejor oportunidad para socavar al régimen y sostener el músculo cívico ante el asalto constitucional que se avecina.

La ruptura de confianza

El pueblo venezolano ha demostrado su voluntad de cambio: en las primarias de 2023, en las elecciones de 2024, en el rechazo masivo al referéndum sobre el Esequibo, en las luchas laborales, estudiantiles, y en la exigencia de justicia por los presos políticos.

Sin embargo, esa voluntad ha sido traicionada no solo por la colaboración oportunista de algunos sectores, sino también, dolorosamente, por el liderazgo que convocó la movilización popular y luego no supo acompañarla.

Cuando el fraude del 28J generó una rebelión popular, el liderazgo no estuvo allí. Cuando se prometió “cobrar” con la instalación de un nuevo gobierno el 10 de enero, se alimentaron expectativas que luego fueron defraudadas. Esta doble ruptura profundizó la desconfianza popular y minó la capacidad de convocatoria.

Hoy, la mayoría política persiste, pero su cohesión emocional ha sido gravemente dañada.

Este hecho debe ser reconocido con humildad, no negado ni minimizado, para poder abrir una nueva etapa de reconstrucción cívica real.

¿Por qué participar, entonces?

Participar en mayo de 2025 no es un acto de fe. Tampoco es una validación del sistema.

Es, ante todo, una apuesta estratégica basada en cinco razones fundamentales:

  1. La abstención no impide la legitimación: El régimen llenará los cargos igual, incluso con bajísima participación. Pero el silencio facilita su narrativa de normalidad. La resistencia visible lo desestabiliza.
  2. Votar no es legitimar: El régimen ya perdió toda legitimidad. De eso no se regresa. Pero aún puede imponerse por la fuerza. Votar no es reconocerlo: es rechazar la imposición del silencio, es negarse a dejarles solos en la cancha con su brutalidad. La dictadura no teme al voto por lo que pueda contar, sino por lo que puede convocar.
  3. Hay que mantener vivo el músculo organizativo: Cada elección es una oportunidad para ensayar redes de protección y organización territorial. Sin ejercicios de organización, el cuerpo cívico se atrofia.
  4. Fragilidad acumulativa: El régimen madurista no es un poder monolítico, sino una hidra: cuando pierde una cabeza, se adapta, se regenera, muta. Pensar que caerá de un guamazo, una fecha clave o un desenlace heroico es ignorar su naturaleza. Solo el desgaste acumulado, repetido, organizado, puede mermarle. Cada elección, cada denuncia pública, cada red que se activa, es una grieta más que acumula su fragilidad.
  5. Prepararse para la verdadera batalla: El referéndum constitucional será un hito estratégico. Llegar a esa cita con un movimiento cívico desmovilizado sería un suicidio político.

¿Cómo participar sin ser absorbidos?

La clave está en cambiar el marco de interpretación. No se vota para ganar cargos. Se vota para acumular fuerza y exponer la ilegitimidad. Se vota para reconstruir redes cívicas y entrenar la resiliencia política. Se vota para resistir.

Esto exige:

  • Narrativas claras: movilizar sobre la base de la resistencia activa, no de promesas ilusorias.
  • Redes de conteo paralelo y solidaridad cívica: anónimas, descentralizadas, resilientes.
  • Organización comunitaria: donde cada centro de votación sea también un centro de resistencia social.
  • Denuncia rápida y metódica: documentar cada abuso, cada irregularidad.
  • Presión internacional sin subordinación: denunciar, sin caer en la súplica ni en el entreguismo.

¿Todo esto ya no se ha hecho acaso?

Participar de esta manera no garantiza victorias inmediatas.

Pero no participar garantiza el avance del cierre total.

La lucha en Venezuela no será limpia, ni corta, ni heroica en el sentido romántico.

Será sucia, larga, dura. Será política en el sentido más cruel y también más verdadero: una lucha de voluntades organizadas bajo condiciones de asimetría brutal.

Por eso, hoy más que nunca:

No dejemos que la desesperanza nos paralice. No dejemos que el oportunismo nos compre. No dejemos que la dictadura cierre la historia sin resistencia.

Hacer del voto resistencia activa es la afirmación de que aún existimos como cuerpo político.

Es la preparación para el momento decisivo que vendrá.